Detrás del amor romántico hay todo un instrumento económico que lo promueve y sustenta en aras de su propio crecimiento: el capital. Pero también un aparato ideológico que lo complementa: el patriarcado.
Y es que: ¿Cómo convencer a la mitad de la población que no sólo deben, sino que tienen que querer trabajar totalmente gratis? Elevando y mitificando el amor, como meta y como guía en la vida de las mujeres, y no sólo eso, sino convirtiéndolo en parte de nuestra biología, algo por supuesto totalmente falaz y ya desmontado, pese a que aún haya gente que lo abandere, por ignorancia o por pura desidia y conformismo.
Convencernos a las mujeres de que amar va en nuestra naturaleza, que es nuestro deber cuidar (a costa y a cambio de no recibir cuidado), que ser madre es una categoría identitaria y que completa nuestras vidas ha generado muchísimos beneficios a grandes corporaciones y a los intereses del propio Estado más neoliberal, destruyendo la autonomía y libertad de las mujeres.
Reproducción de la fuerza de trabajo, feminización absoluta de los cuidados, todos esos elementos en los que se apoya el capital: a cambio de nada.
El amor romántico e incondicional es el sustento de esta estructura. Para que las mujeres hagamos todo ese trabajo, primero nos debían volver dependientes. ¿Cómo si no íbamos a permitirlo desde una posición totalmente libre y empoderada?
En muchas ocasiones, el miedo a la soledad, infundido principalmente por el cine y la literatura, hace que nos estanquemos en relaciones tóxicas que nos hacen daño. Por ello debemos ocupar nuestra soledad y resignificarla, dotándola de un significado diferente al que se nos ha enseñado, desechando viejas creencias que ya, simplemente, no nos sirven.
La soledad como encuentro con una misma, como oportunidad para el autocuidado y para el amor propio, no sólo es necesaria, sino que es revolucionaria, y nos arma para establecer relaciones más libres e igualitarias.
Por ello desmontar el amor romántico no es cercenar nuestra capacidad de amar.
Es desaprender la forma en la que se nos ha enseñado a hacerlo, aprender a amar en libertad: desdibujar los cuentos de princesas y de los abusos que normaliza e imprime en nuestros imaginarios, llenar y colmar nuestras relaciones de amistad, afectarnos con aquellas personas que potencien nuestras alegrías, ampliar nuestras redes de apoyo y no creernos más el viejo y dañino cuento de los celos, del control, el cuento de que «los amores sufridos son los más queridos», ese mismo que tanto hemos oído y que sólo sirve para controlarnos y constreñirnos, el que ha acabado con la vida de tantas mujeres.
El 14 de febrero es una fecha para recordar que el amor no está en la dependencia, no está en los celos, ni en el control, ni en la resignación. No está en el sacrificio ni en el sufrimiento.
Este 14 de febrero, como el resto del año, nos queremos alegres, deseantes, libres, y vivas. Pero también rabiosas, enfadadas y en lucha contra un sistema que nos quiere débiles y dependientes.
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